Este artículo aborda la cuestión del abuso narcisista dentro de las relaciones de pareja en la que uno de los dos integrantes es psicópata integrado. El estudio se centra en parejas heterosexuales en las que el psicópata es el hombre. Concretamente buscamos explicar en qué consiste y cuáles son las características de tal abuso, para después plasmar cuáles son las consecuencias del mismo. En primer lugar, explicamos qué es la psicopatía y, en segundo, describimos detalladamente qué es el abuso narcisista y cuáles son sus fases (bombardeo de amor, devaluación, descarte y hoovering). Para la consecución de nuestro objetivo, se expone el análisis de entrevistas a veinte mujeres que declaran haber estado en pareja con un psicópata integrado, hecho que ha sido corroborado por sus terapeutas. Como instrumento metodológico para llevar a cabo el análisis de datos hemos empleado la Teoría Fundamentada, dado que partimos del análisis del discurso de las mujeres para generar teoría y no de hipótesis previas. Algunas de las conclusiones obtenidas tienen que ver con el establecimiento de un, hasta ahora desconocido, patrón de violencia y maltrato vinculado a la psicopatía y al narcisismo. Maltrato que deriva en un alto impacto emocional que tienen este tipo de relaciones de abuso en las parejas y exparejas de psicópatas narcisistas.
Estudios como los de Shejet (2023), Iñaki Piñuel (2008) o Vicente Garrido (2000) ponen de maniesto que la psicopatía es algo frecuente en nuestras sociedades en ámbitos como la política, los medios de comunicación o la economía.
Existen análisis sociales de la psicopatía como los de Lasch (1979), Sennett (1980), Lipovetsky (1983, 1990), Bauman (2007) o Grapsas (2022) que vinculan la misma, junto con el narcisismo, al sistema capitalista (Miller et al., 2017).
En palabras de Lipovetsky, el mito de «Narciso» y su conceptualización son el símbolo más preciso existente de la individualidad nacida en este tiempo, que él calica de «hipermodernidad», centrado en la realización emocional de uno mismo, el anhelo constante de juventud, el consumo, el deporte como valor, la necesidad de movimiento, etc. Según Lipovetsky, asistimos a un cambio de intereses subjetivos fundamentados en la despreocupación por los valores e instituciones que se consideraban sólidas hasta el momento, como la familia y la religión.
En este contexto, autores como Garrido (2004) o Pozueco, Romero y Casas (2011) reconocen dos tipos de psicópatas: los que delinquen y los que no lo hacen. Los protagonistas del presente artículo serán los segundos, denominados como subclínicos o integrados. Lo que les diferencia a unos de otros es únicamente la cuestión señalada: si han cometido algún acto delincuencial o no. Ambos tipos de psicópatas comparten, como se verá más adelante en detalle, el mismo perl en lo relativo a lo emocional, así como en lo relativo a la personalidad (Pozueco, Romero y Casas, 2011). Y es precisamente por esto, porque no han cometido ningún acto punitivo —o al menos no se les ha descubierto—, por lo que, de algún modo, se hace muy complejo diferenciarlos del resto de población.
Nada alerta de que uno/a está interactuando con psicópatas hasta que al relacionarse más en profundidad florece su auténtica personalidad, que, en muchos casos, da lugar a algún tipo de abuso (Alyson, 2023). En este caso se hablará del abuso narcisista que, todo indica, suele darse dentro de las relaciones de pareja en las que está involucrado algún/a psicópata integrado/a (Litt- https://doi.org/10.54790/rccs.853Psicopatía y abuso narcisista: las consecuencias de un tipo desconocido de violencia en parejalebear, Lofties y Mikolon, 2023). Este tipo de abuso dentro de una pareja, así como las relaciones mismas de pareja donde uno de los dos integrantes tiene personalidad psicopática, no ha sido objeto de estudio debido a la gran dicultad que entraña el abordaje de estas cuestiones.
Además, la psicopatía era atribuida, de forma estereotipada, únicamente a asesinos/as despiadados/as, debido en gran parte a los medios de comunicación y al cine en general (Kumar y Sharma, 2023). Por otro lado, hasta hace unos años la cuestión del abuso y maltrato pertenecía mayoritariamente al ámbito doméstico o privado, por lo cual no era un tema que se tocase extensamente (Graña, 2023). A esto se añade que el patrón de violencia en pareja ha quedado muy circunscrito al esquema de Lenore Walker. Patrón, que describe la misma, como una espiral que recoge varias etapas que se dan de manera repetitiva hasta que el circulo se rompe.
Se habla, en concreto, del esquema que divide el círculo de violencia en fases repetitivas: la fase de acumulación de tensión, la etapa de agresión y la fase de arrepentimiento o «luna de miel» (1979).
En los últimos años se ha visibilizado mucho ese tipo de maltrato con el fin de concienciar y educar a la población y así poder erradicar esta forma tan destructiva de relaciona. Concienciación a la que han contribuido muy notablemente los medios de comunicación visibilizando el mismo y enjuiciándolo.
De la misma manera las redes sociales han hecho lo propio, dando lugar a espacios de comunicación, expresión y debate. Y es precisamente a través de las redes sociales por donde se han dado a conocer otro tipo de esquemas de violencias dentro de la pareja, incluida la que en estas líneas se presenta. Fue concretamente llevando a cabo un análisis de redes sociales, especialmente de Instagram, para un proyecto de investigación sobre fundamentalismo cuando dimos con diferentes perfiles de la mentada red social (@pulsiondevida.psi, @psico.maxi, @instintocriminal.science, @apartados8km @self-talk, @psicopsiquis, @pinuelinaki, @giapelletera-peuta, @psicopatascotidianos, @orudiz, etc.) que abordaban la cuestión general de las relaciones amorosas y/o de pareja con psicópatas. Estos perles tratan cuestiones que van desde dar a conocer el abuso psicopático narcisista, ayudar a detectar que tu pareja es psicópata y/o narcisista, qué hacer cuando esto ocurre, etc.
Así pues, el descubrimiento de estas realidades hizo redirigir la mirada sociológica previa y realizar un estudio sobre esta cuestión. Cuestión que se presenta de vital importancia dado que dibuja un perfil de abuso desconocido hasta el momento cuya característica más compleja es la sutileza. Este tipo de violencia se está empezando a estudiar desde la psicología, sin embargo, no desde la sociología o la antropología, por lo que con este estudio se pretende dar los primeros pasos de acercamiento a estas realidades desde las ciencias sociales.
Concretamente, una de las finalidades es dar a conocer el ciclo de violencia narcisista que existe en las relaciones de pareja con psicópatas, así como sus particularidades. De igual forma, se darán a conocer las consecuencias de haber estado en una relación con un psicópata narcisista en la vida de las mujeres objeto de estudio, que no son otras que algunas de las participantes en las distintas páginas de Instagram mentadas y dedicadas a la temática expuesta.
Es preciso aclarar que psicópatas hay tanto hombres como mujeres y que están involucrados tanto en parejas heterosexuales como homosexuales. Sin embargo, el estudio se ha centrado en la realización de entrevistas a mujeres involucradas en relaciones heterosexuales porque, en términos cuantitativos, son muchas más las mujeres que participan en estas páginas y la accesibilidad era mucho mayor a los discursos de ellas que a los de ellos.
Dado que la temática es compleja, se irán desentrañando todas las aristas que envuelven la cuestión. Para ello, nos acercaremos a la definición de psicopatía que no está exenta de debate, ya que no hay un acuerdo unánime sobre la misma.
Unas definiciones se centran, por ejemplo, en aspectos biológicos (Taylor et al., 2003; Guinea et al., 2006), y otras son más bien «ambientalistas» (Lang et al., 2002; Poythress et al., 2006; Craparo et al., 2013). También se percibe que hay autores planteando diversidad de tipos y subtipos de psicopatía.
Hare (1984), por ejemplo, señaló tres tipos de psicópatas: «primario» (caracterizado por el comportamiento anti-social cuya base es la deficiente o inexistente respuesta afectiva hacia los demás); «secundario»/«neurótico» (establece relaciones afectivas, puede sentir culpa o remordimiento y le caracteriza una elevada ansiedad) y el «disocial» (su conducta antisocial es debida a factores ambientales). El psicópata narcisista sería, en este caso, conceptualizado como «primario».
Existen otro tipo de clasificaciones más sociológicas, como la de Babiak (2000), que diferencia únicamente entre psicópatas criminales o no criminales. En denitiva, estas clasificaciones es preciso subrayarlas, pero no son el propósito de nuestro trabajo. En cualquier caso y atendiendo a las diferentes categorías que contemplan autores como Cleckley (1941), Karpman (1961), Hare, Millon y Davis (2001), existen ciertas características básicas que representan la personalidad psicopática.
Antes de continuar, se ha de señalar que la psicopatía no es una enfermedad mental, sino que es un trastorno de personalidad cuyo eje característico básico es la deficiente respuesta afectiva hacia los demás, que es la base en torno a la que gira el comportamiento antisocial que manifiesta el/la psicópata (Cleckley, 1941). Dicha respuesta afectiva se fundamenta en la imposibilidad de experimentar emociones dado que estos individuos carecen de ellas, aunque aparentemente no maniesten de manera verbal, ni aparente, esta característica.
Babiak (2000) a este respecto indica que su estilo depredador relacional supone para el entorno del psicópata una continua y elevada situación de riesgo para sufrir daños emocionales, físicos y/o económicos. Hare (1991) elaboró una escala —Psychopathy Checklist Revised (PCL-R)— compuesta por 20 ítems que caracterizan a la psicopatía y que nos indican cuáles son sus particularidades.
El componente narcisista de la psicopatía se comenzó a estudiar en los años setenta en Norteamérica. Nacían entonces obras como Generation of Narcissus (Malcom,1971), Le Narcissisme (Grunberger, 1971), Los narcisos: el radicalismo cultural de los jóvenes (De Miguel, 1979) o La cultura del yo (Béjar, 1993), que se dedicaban en profundidad al estudio de este fenómeno desde distintas perspectivas.
Según Lasch (1979), cada época da lugar a su forma particular de patología y el narcisismo sería la máxima representante de la nuestra, fruto, de nuevo, de los valores del sistema económico en el que nos movemos. Así, autoras como Jauregui (2018) afirman que la psicopatía es consustancial a la modernidad y a sus «valores», convirtiéndose esta en el modelo de éxito y poder. Esta autora señala que más allá del diagnóstico psiquiátrico, la psicopatía emerge como un problema social en expansión, caracterizado por una crueldad hacia lo humano, fruto ya no tanto de una constante transgresión de las normas, sino de constantes perversiones éticas, morales e incluso legales en benecio propio derivadas de la ley del mercado y del individualismo imperante.
Según Kohut (1968), el componente narcisista de la psicopatía reside en la expresión clínica de la necesidad infantil de admiración. Según Svrakic (1987) se trata de una tendencia a mostrarse como único y exclusivo y de ahí que su máximo objetivo existencial sea la obtención de esa atención y admiración (Bleichmar, 1983). Así pues, los narcisistas se esfuerzan para preservar, mantener o recuperar un grandioso sentido del yo (Freud, 1986; Kernberg, 1970; Kohut, 1966). Comúnmente esto se conoce como el modelo de «máscara»; una descripción nacida de las observaciones clínicas de que los individuos narcisistas se esfuerzan por mantener un exterior grandioso cuando en el fondo se sienten amenazados, inferiores, débiles y/o frágiles.
Es precisamente, según Lasch (1979), la obtención de esas atenciones que demanda contantemente el psicópata narcisista las que hacen que este no caiga en el vacío que siente. Vacío fundamentado en una pérdida de identidad total, ya que el narcisista lejos de tener una saludable autoestima como pretende mostrar, padece de una falta crónica de amor propio (Edershile, 2021). En este punto, Kernberg (1970) habla de la paradoja narcisista que sostiene que, por un lado, el psicópata narcisista es incapaz de captar nada externo a sí mismo, pero, a su vez, necesita de manera constante el «suministro» exterior para el mantenimiento de su frágil ego. A estos suministros, Tudor (2017), psicópata narcisista declarado, los denomina «combustible».
Los términos «combustible», «suministro» o «suplemento narcisista» hacen referencia a las reacciones emocionales de los demás de las que se nutre el psicópata para hacer frente a su vacío. Con estas reacciones, puede mantener su «yo grandioso». Sin ellas cae en el vacío existencial. Sobre el combustible, pueden distinguirse dos tipos. Y de ellos se «alimenta» el psicópata narcisista: el combustible positivo (reacciones emocionales que se caracterizan por dar sensaciones positivas a cualquier persona como la admiración, la idolatría, cualquier tipo de atención en general) y el combustible negativo (la ira, el rencor, el enfado, etc.). Ambos igual de valiosos y de útiles.
Conocido lo que es el suministro narcisista, se debe entender que la rutina del psicópata narcisista está enfocada a conseguir este, dado que, sin él, su frágil ego se desploma (Herreros, 1995). Autores como Piñuel (2015) evidencian un ciclo de abuso que se da en toda relación de pareja con un psicópata narcisista que se puede dividir en cuatro fases principales: love bombing (bombardeo de amor), devaluación, descarte y hoovering. En cada fase, el psicópata narcisista recibe su «dosis de suministro».
En la primera fase, bombardeo de amor,va a ser complicado detectar al psicópata dado que este se va a presentar y mostrar como la pareja ideal. Con la información que tiene el psicópata de su futura pareja va construyendo una máscara, un personaje ad hoc, creado con la única finalidad de seducir. En este punto el psicópata detecta las necesidades emocionales de la víctima y las cubre: la colma de todo tipo de atenciones, dibujando un panorama ideal e ilusionante. El psicópata literalmente se disfraza de «alma gemela», imitando los gustos y las opiniones de la persona con la que está en relación, dando así una sensación de complementariedad fuera de lo común. Las relaciones suelen avanzar rápidamente, estrechándose lazos emocionales fuertes. Además, normalmente, el psicópata en esta fase se va a victimizar por algún suceso supuestamente ocurrido en su vida (problemas con otras relaciones, abusos sufridos de cualquier tipo, etc.). De esta manera, victimizándose, genera empatía y una necesidad de ayuda y compromiso de la víctima hacia el victimario. Esto también hará que la víctima sea más receptiva, valore la confianza depositada en ella y se encuentre en un clima de seguridad y confianza, ofreciendo así más información personal e íntima (que después será utilizada, de una forma u otra, en su contra). En esta fase, el psicópata siente una especie de euforia debido a que va consiguiendo atención y suministro (muestras de cariño, halagos, atenciones, regalos, etc.). La víctima, por su parte, siente una falsa reciprocidad en el vínculo al percibir a su compañero feliz, sin embargo, la dicha del psicópata narcisista tiene que ver con sentirse admirado, ser el centro de atención y con conseguir que su manipulación esté teniendo el efecto que desea.
La segunda fase, denominada devaluación, empieza cuando el apego de la víctima al psicópata es muy alto. Entonces, el narcisista, paulatinamente, va a requerir más y más atención, de manera que va a ir consiguiendo alejar a la víctima de sus círculos sociales. A su vez, al tener a su víctima cada vez más aislada y dependiente, empezará a poner en marcha mecanismos de manipulación como como el refuerzo intermitente, el gaslight o «luz de gas», el «tratamiento silencioso» y/o la triangulación.
En lo referido al refuerzo intermitente, en 1956, Skinner descubrió que el comportamiento de los mamíferos se veía influído por recompensas o castigos, pero que existía una forma específica de otorgar recompensas que podía hacer que esa conducta persistiera en el tiempo: el refuerzo intermitente, es decir, un programa de recompensas que no son previsibles, sino azarosas. Esto es, cuando se sabe que nos espera una recompensa concreta después de llevar a cabo una determinada acción se tiende a trabajar menos duro por ella. Sin embargo, cuando el momento de la recompensa o la certeza de que lo obtendremos es impredecible, se tiende a repetir ese comportamiento «que funcionó» u otro que se considere que supere en mejoría al anterior, con más entusiasmo, con la esperanza de obtener un buen resultado final. Y es lo que ocurre en este tipo de relación, la víctima se esfuerza más y más para obtener una recompensa emocional que no sabe cuándo llegará y/o si llegará en algún momento.
En cuanto al concepto gaslight, este proviene de la obra de teatro británica Gas Light (1933), llevada al cine por George Cukor (1944). Desde la década de los años setenta se ha usado coloquialmente para describir los esfuerzos por manipular el sentido de la realidad de una persona y que esta llegue a cuestionar su propia cordura (Sweet, 2019). Junto con esta, estaría el tratamiento silencioso, que consiste en un bloqueo total de la comunicación sin una causa aparente (Morán et al., 2019). No se comunican en horas, días e incluso semanas. O bien desaparecen. Después vuelven o retoman la comunicación como si nada hubiese pasado, generando en la victima confusión, culpabilidad, desasosiego, incertidumbre, etc.
Por último, está la triangulación (Sánchez, 2020), que es otra forma de manipulación que hace referencia a la introducción abrupta por parte del psicópata narcisista de una tercera persona en la relación. Esta persona puede existir, puede ser alguien del pasado e incluso alguien inventado. En cualquier caso, el psicópata muestra un interés desmesurado sobre esta persona y ensalza todas sus supuestas cualidades, sobre todo las que presuntamente la víctima carece o cree que carece. Esto lleva a la persona a una comparación constante, a una autodesvalorización y a entrar en competencia por la atención, que es lo que el psicópata realmente desea. En esta fase el psicópata sigue recibiendo combustible de la víctima, que, confusa, a veces se esfuerza más por obtener recompensa y otras le ofrece combustible en forma de ira, celos, tristeza, constantes reclamos, etc.
La tercera fase es el descarte: cuando el psicópata sabe que su víctima se encuentra en su red, está atrapada y hundida psicológicamente, él mismo deja radicalmente la relación, sencillamente porque «ya no le sirve», «no puede extraer combustible». Es decir, no puede obtener ni toda la atención que necesita ni las reacciones emocionales de las que se nutre de la víctima. Así, deja atrás una persona confusa, desorientada, dependiente y en muchos casos arruinada económicamente, dado que la víctima habrá dado todo, de una forma u otra, apostando por la relación. Normalmente, y paralelamente, en este momento el psicópata ya habrá comenzado una nueva relación (o varias) en la(s) que se encuentra en «bombardeo de amor». A estas alturas existe entre el psicópata y la víctima un vínculo traumático que hace que el descarte sea devastador para la persona descartada.
Algunos psiquiatras y psicólogos como Piñuel (2015) apuntan que para que se dé un vínculo traumático deben cumplirse tres premisas: ha de darse por parte de las víctimas una lealtad ajena a la lógica y el sentido común, ha de haber una incapacidad de desvincularse o una adicción al perpetrador y, por último, ha de darse una negación de la realidad autodestructiva. En la mayor parte de los casos, mientras las víctimas están devastadas, el psicópata sigue su vida con normalidad con otra pareja, olvidándose por completo de la persona que deja atrás, y en el peor de los casos, a su vez prosigue con la triangulación, tratando de hacer el máximo de daño posible.
Hay una última fase, hoovering. El concepto parte de una marca de aspiradoras americana «Hoover» y hace referencia a la intención metafórica de «aspirar» de nuevo a la víctima y hacer que entre otra vez en el ciclo de abuso de la relación. El hoovering se pone en marcha de nuevo con el «bombardeo de amor», normalmente cuando la víctima ya se está recuperando. Si la víctima vuelve a ser «aspirada», vuelve a entrar de nuevo en la espiral del psicópata narcisista (He, 2023).
El instrumento para la producción de datos de esta investigación ha sido la entrevista en profundidad semiestructurada. Constaba de un guion de noventa preguntas (abiertas, salvo las sociodemográficas). Esta estaba dividida por bloques que abarcaban diferentes subtemas. Concretamente el último bloque tocaba la cuestión de las consecuencias que había tenido en sus vidas la relación con su pareja psicópata y el sometimiento al abuso narcisista. Se han realizado un total de 20 entrevistas a mujeres que:
(1) participan activamente en Instagram en algunos de los perfiles indicados anteriormente,
(2) declaran haber estado en una relación con psicópatas narcisistas y
(3) señalan estar en tratamiento psicológico o psiquiátrico derivado de haber mantenido una relación con este perfil de personas.
Las mujeres entrevistadas tienen la certeza de que la segunda premisa —haber mantenido una relación sentimental con un psicópata— se cumple, debido a que un/a profesional así se lo ha corroborado en su proceso terapéutico. Este hecho precisamente, que haya un/a profesional de la salud mental que haya corroborado esta cuestión, fue fundamental, además de criterio indispensable para la selección de la muestra. De este modo se deja de lado la posible subjetividad de las entrevistadas en lo relativo a si su pareja o expareja es o no psicópata narcisista, dado que la evaluación la dicta un experto.
Por otro lado, merece indicarse que se tiene conciencia, a su vez y paradójicamente, de que una de las posibles aristas a este respecto es la vinculada a la elaboración del diagnóstico del psicópata narcisista como tal en base a las experiencias subjetivas narradas por las mujeres. Lo ideal hubiese sido entrevistar a los propios psicópatas, pero esa empresa, aunque se contempló como objetivo, por muchas razones que transcenderían este trabajo, se tornó del todo imposible.
Como se explicaba, el presente objeto de estudio, a priori, no era el objeto de estudio inicial. Se descubrieron —nunca mejor dicho— estas realidades que analizamos de manera accidental, por lo que no había hipótesis de investigación. Así, se contempló que la mejor opción metodológica para llevar a cabo el análisis de datos era emplear la Teoría Fundamentada, dado que la teoría que genera esta parte del análisis de discurso y no de ideas/hipótesis previas (Glaser y Strauss, 1967). Esta técnica ofrece una serie de procedimientos que sirven para ordenar la información y desarrollar categorías analíticas que manifiestan las pautas más relevantes en los datos (Cutcli-e, 2000). Así, se utilizó el programa Atlas.Ti6 como gestor para la codificación y creación de diferentes códigos sobre los que se aplicó el método de la comparación constante. Método que consiste en la búsqueda de semejanzas y diferencias a través del análisis de los incidentes contenidos en los datos (Trinidad, Carrero, y Soriano, 2006).
En cuanto al proceso, este comenzó con la elaboración de códigos sustantivos sobre los datos de las primeras entrevistas (codificación abierta), cuyo objetivo era obtener categorías centrales que se respaldasen en los datos. Estas categorías son lo que en Teoría Fundamentada se conoce como código in vivo, es decir, se codifica teniendo en cuenta las expresiones y el lenguaje literal de las participantes. Después, las mismas ayudan y posibilitan la emergencia de la teoría.
El mencionado proceso de codificación se realizó paralelamente con el método comparativo constante que facilitó la construcción de los diversos relatos, pues la comparación constante de los incidentes hallados en los datos conllevó la emergencia de nuevas cuestiones en las que indagar en las siguientes entrevistas.
De este modo, cada discurso de las entrevistas daba información que posibilitaba el contraste de semejanzas, diferencias y el grado de solidez entre las categorías halladas. Así, las categorías comenzaban a consolidarse con el surgimiento de nuevas propiedades hasta que, en última instancia, se verificaban y quedaban saturadas.
A través de ese proceso, y debido a la emergencia y saturación teórica de las múltiples categorías encontradas en las primeras entrevistas en profundidad, surgía la búsqueda de más información novedosa.
Tras la transcripción y el análisis de las primeras entrevistas, se observó como parte de los códigos sustantivos encontrados «dependencia», «me muero sin él», «no puedo dejarle», «ni contigo ni sin ti», que parecían indicar cómo las mujeres mostraban imposibilidad de desapegarse de la persona psicópata narcisista. Dichos códigos posibilitaron la emergencia de una categoría que se denominó «enganche» y que contenía los anteriores mentados códigos sustantivos. Igualmente se hallaron otros códigos que parecían advertir que la segunda categoría central se podría denominar como «ruina» y agruparía los siguientes códigos sustantivos: «estoy en bancarrota», «hundida, «deshecha», «se ha llevado todo», «rota» o «vacía y sin nada». Por otra parte, y, por último, la categoría central «locura» emerge de los siguientes códigos sustantivos: «perdida», «medio loca», «loca», «incongruente», «hipervigilante» o «paranoica». Con estos códigos sustantivos se llegó al establecimiento de tres categorías significativas que permiten explicar y dar respuesta a las cuestiones planteadas en la investigación: «enganche», «ruina» y «locura». En lo referido a la primera categoría, se decidió llamar «enganche» dado que está fundamentada en la sensación de apego incondicional y de adicción que describen las mujeres similares a las de un toxicóma-no con una droga. La segunda categoría se denominó «ruina», debido al estado emo-cional, económico y social en el que se encuentran estas mujeres al dejar la relación. Y la tercera se denominó «locura» porque responde a la sistemática repetición en el discurso de estas mujeres de la expresión «me estoy volviendo loca»/«me estaba volviendo loca»
Las participantes son veinte mujeres de entre 24 y 59 años que declaran haber estado en una relación con psicópatas narcisistas y están en tratamiento psicológico o psiquiátrico por esta circunstancia. La muestra es incidental, dado que se seleccionó a mujeres que cumplían las características mentadas. La forma de acceder a ella fue a través de los perfiles de Instagram que se indicaban en la introducción. Se empleó, además, la técnica de bola de nieve, siendo algunas entrevistadas las que invitaban y animaban a las demás a participar. Todas las entrevistas se llevaron a cabo por Skype durante los meses de septiembre, octubre y diciembre de 2023. Se empleó el Skype dado que el lugar de residencia de las mujeres es muy diverso. A continuación, presentamos en la tabla 2 los perfiles de las entrevistadas.
Como se indicaba en la introducción y tras haber plasmado cuál es el ciclo de abuso narcisista, se analiza cuáles son las consecuencias para estas mujeres de haber vivido una relación con un psicópata integrado. Todas las entrevistadas describen haber pasado por el ciclo de abuso relatado en líneas anteriores y por sus distintas etapas. Unas lo declaran de forma implícita, y otras, manifiesta. Por otro lado, se dan una serie de elementos comunes en sus discursos, que concuerdan exactamente con los que señala Hare en su clasificación de características de personalidades psicopáticas y que son cuanto menos significativos. Entre otras, como punto de partida, está la cuestión de la mentira patológica a la que todas las mujeres hacen mención.
Todas las mujeres entrevistadas señalan al psicópata como mentiroso patológico . Apuntan que mienten desde el inicio de la relación, sobre quién son, sobre sus gustos e incluso algunos sobre su oficio y estudios. Las mujeres hablan de «la máscara del psicópata» y de su «agenda secreta/oculta». Por ejemplo, y atendiendo a esta supuesta agenda secreta, doce mujeres de las veinte entrevistadas señalan haber descubierto con el tiempo que sus parejas desde el inicio de la relación (fase de bombardeo de amor/love bombing), además de con ellas, chateaban y tenían encuentros sexuales con otras mujeres. Cinco de estas mujeres, además, descubrieron que sus exparejas tenían otro teléfono desde el que llevaban, como señala una de las entrevistadas, «una vida distinta».
En lo referente a quién son: la mentira más significativa la relata una entrevistada a la que su expareja le había contado que en el país en el que él vivía (Australia) se dedicaba a la jardinería y que había venido a España para reconectar con sus orígenes, puesto que su nacionalidad es española (sus padres supuestamente habían migrado a Australia años atrás, cuando él era pequeño, en busca de trabajo). La mujer descubrió por una noticia antigua, encontrada en prensa electrónica, que su expareja había estado en prisión doce años por matar a una persona. Llegó a España deportado tras cumplir la condena.
En lo referido al tema de la máscara y de la agenda oculta del psicópata, de las veinte entrevistadas, más de la mitad señalan que su proceso de curación ha pasado o está pasando por «matar» la imagen que tenían del psicópata que construyeron en la fase del bombardeo de amor. Fase en la que el psicópata moldeaba su imagen y esencia en base a la construcción ideal de amor que tenía la mujer a la que estaba seduciendo. Esta idea la resume muy bien una de las entrevistadas:
Mi duelo ha pasado por ahí, por matar a ese personaje para siempre, por enterrarle metafóricamente de alguna manera. Por asumir que era una mentira que nunca existió y que nunca va a volver (María del Mar)
A este respecto, las mujeres objeto de estudio pasan por un estado de disonancia cognitiva que Cinthya y Luisa resumen en sus intervenciones. Dicha disonancia, además, está afectada y condicionada por factores culturales y estructurales fundamentados en la idea de amor romántico transferida a lo largo de los años a través de literatura y medios de comunicación basada, entre otras, en la idea de que si esperas lo suficiente «él cambiará» o, en este caso concreto, «él volverá a ser el del principio»
Lo que nos pasa es algo así como que tú has vivido cosas muy buenas con esa persona y de repente no eres capaz de encajar que esté siendo malo, sí, malo, contigo. Y entonces buscas por qué; ah pues es por un mal día, o es porque su padre le pegaba o es porque su ex era una mala persona y lo disculpas y continúas y cada vez te la lía más fuertemente (Cinthya).
A lo que se refiere Cinthya es a la contradicción que dicen vivir todas las mujeres entrevistadas. Se enamoraron de una persona con las cualidades que ellas valoran y ahora tienen que asimilar que esa persona que querían/amaban, y en algunos casos siguen queriendo/amando, no es quien pensaban.
El siguiente fragmento también es muy ilustrativo en lo relativo a las contrariedades que experimentan las mujeres y que de alguna manera las paralizan en el limbo de las indecisiones, quedándose dubitativas más tiempo en la situación de abuso.
Imagina, crees que es un nostálgico, que ha venido a conocer a sus familiares, que quiere reconectar con sus orígenes, es maravilloso, romántico incluso y de repente descubres ¡que ha matado a una persona! Yo le miraba a los ojos y pensaba: es que es imposible que haya matado a nadie. No tiene ojos de matar a nadie. Es muy cariñoso. Es imposible. Pero no es imposible, no. Es una certeza difícil de digerir (Luisa).
Luisa señala que siguió en la relación con él aun habiendo descubierto este hecho y hasta que no fue viendo que cada vez le descubría en más mentiras fue incapaz de cuestionarse la relación. Ella veía que él mentía y manipulaba, pero dudaba de sí misma y de su percepción de la realidad. Tanto es así que llegó a dudar de su cordura. Declara, de hecho, que fue incapaz de dejar la relación, que estaba «totalmente enganchada», que fue él quien la «descartó» dejándola «destruída»
Es reseñable que todas las mujeres cuya relación fue concluída por el psicópata afirman que justo cuando él deja la relación atraviesan un momento existencial duro; por un lado, afirman estar exhaustas por la relación y, por otro, señalan algún suceso ocurrido en el que tenían la expectativa, en vano, de que el psicópata se comportase bien con ellas (reciprocidad). Muchas de estas mujeres señalan que el psicópata las deja en el peor contexto posible, cuando «están vacías» y cuando sienten que no tienen más que ofrecer (no hay suministro). La mayor parte de ellas, además, declaran que cuando su pareja corta la relación él ya había iniciado otra relación:
Yo estaba hecha polvo, él había vuelto a mi vida tras estar con otra y no hacía más que compararme, pero el colmo es que mi padre empeoró de un cáncer y estaba para morirse. ¿Qué crees que hizo? Desaparecer. […] No había acabado conmigo pero ya tenía otra. Yo era emocionalmente hablando un cadáver (Laura)
Si se observa la penúltima columna del cuadro, se puede observar las ocasiones en las que ha habido cese de la relación entre las personas entrevistadas y sus parejas. En la mayoría de los casos, la relación se ha dejado más de una vez y en alguno de los ejemplos, como ilustra Nereida, se ha dejado en multitud de ocasiones: «tantas que ni lo recuerdo», señala. Se ha reflejado este dato dado que una de las consecuencias que deja la relación con el psicópata narcisista es lo que denominan algunos psiquiatras/psicólogos como «vínculo traumático», que hace referencia a esa sensación «de enganche» que relatan las mujeres que sienten y que hemos categorizado como tal.
Es como una droga, con el tiempo, pero solo con el tiempo, a ver si la gente va a creerse que somos tontas, sabes que te está matando, que finge, que te engaña, que te trata mal, que te humilla, pero necesitas eso, le necesitas, necesitas su atención. ¡¡Es que no lo quieres creer!! ¡¡Es muy difícil de digerir!! Su parte buena, su otro lado. El del principio. Tienes esperanza. Ya te he contado antes que acabé en el psiquiátrico, no sabía ni dónde tenía el pie derecho, dudaba de todo, de mí, de la realidad y, sin embargo, quería que regresase, que viniera y me engañase, que me hiciera el hoovering y descansar. Que se pusiera la máscara e hiciera el personaje del principio, aquel que no sé por qué tanto anhelo y del que me he obsesionado (Yolanda)
En un tramo de la entrevista, Sonia relata y resume muy bien varios aspectos del abuso narcisista psicopático. Entre otras cuestiones pone de manifiesto el refuerzo del sometimiento al que ha estado expuesta, vinculado al refuerzo intermitente y, por otro lado, al final de su discurso duda de si volvería a entrar en la rueda de abuso narcisista psicopático. Con esta afirmación se pone de manifiesto lo complicado de romper el vínculo.
Suena súper patológico, pero él es… bueno, quiero pensar que era, porque me ha dejado, creo que, por suerte para mí, era mi forma de autodestrucción favorita. Le pongo humor, pero no tiene gracia ninguna, me metí en un lugar del que no podía salir y lo peor es que nada me ataba, era mi cabeza. Es como que secuestran tu cabeza y vives solo pendiente de él. Tratas de hacer todo lo posible por agradarle, porque vuelva esa persona que conociste, para que no te deje. Yo probaba con cosas; su comida favorita, sorpresas ingeniosas, masajes, a ver si acertaba y hacía volver a la persona mágica esa de los buenos momentos… hasta que entendí que no era una persona, que era un personaje inventado (Sonia)
A la pregunta de «en una palabra describe tu estado actual después de haber vivido esta relación», las palabras que más se repitieron fueron «ruina», «rota», «muerta» y «loca». En este sentido juegan aún un papel fundamental las expectativas culturales y también los roles tradicionales de género. Algunas de las entrevistadas se preguntaban cómo se iban a separar si para sus familias y su entorno su pareja es o era maravillosa: «trabajador, buen padre, buen conversador, etc.», dando así un peso fundamental a las expectativas familiares y sociales en detrimento de su bienestar psicológico y social.
Si nos fijamos en la siguiente intervención, podemos ver que también se ejerce violencia económica, perpetuada en parte por la idea aún vigente para algunas personas vinculada a la división sexual del trabajo, donde ellos trabajan fuera y proveen y ellas trabajan en casa sin reconocimiento económico ni social, y en este caso de manera impuesta con el fin de perpetuar la dependencia de la mujer hacia el hombre:
Ruina. Me dejó en la ruina, me casé con él, ya sabes cómo era esto hace años, no es como ahora. Desaparecía días, se gastaba el dinero, regalaba cosas a otras novias que se echaba, yo me moría de pena, encima me comparaba con ellas, yo lo aguantaba todo. Es difícil de entender, pero era como conocer a dos personas distintas: el perfecto y el monstruo. No me dejaba trabajar, entonces yo era una inútil, dependiente (Encarni).
Todas y cada una de las mujeres entrevistadas manifestaron que tras el fin de la relación han tenido problemas psicológicos: depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, etc. De las veinte entrevistadas, únicamente tres de ellas habían tenido problemas psicológicos antes de iniciar la relación con su pareja. A la pregunta de cómo describirías tu estado psicológico cuando estabas en la relación con tu expareja, la mayoría hace referencia a la locura: «yo estaba loca», «aquello era una puta locura», «un día subías al cielo con una migaja, con una palabra cariñosa y dos días después en el fango, porque desaparecía o te hacía sentir que no valías una mierda», «un infierno, una locura», «yo creía que había perdido todos los papeles, sentía que me estaba volviendo majareta perdida», «una chaladura», etc.
¿Tú sabes lo que es literalmente tirarte del pelo? Esto hay que vivirlo para entenderlo. Todo va fantástico, estas súper enamorada, él en teoría también y de repente todo cambia y dices: ¿qué ha pasado? ¿Seré yo? Y le buscas y no le encuentras. Y de ser la persona más cariñosa del mundo en un abrir y cerrar de ojos pasa a ser la más distante, fría, calculadora. A pasarse días sin hablarte, literalmente. De ser la persona que más te ha cuidado pasa a ser… nada… nadie. Pasas tú a ser nada, aire y empiezas a arrastrarte y te da migajas y te enciendes de nuevo y te rechaza, te insulta, te humilla de mil maneras posibles y te apagas y empieza a meter a otras y lo aguantas y entras en competencia… compites. Rota, muerta, y él, feliz, indiferente. ¿Lo entiendes? Como si nada (Laura).
Si se bucea en la literatura científica sobre este tema vemos que se está generando en la actualidad, fruto de realidades emergentes como las que describen las mujeres entrevistadas. Realidades que se visibilizan gracias, en este caso, a las redes sociales, y en otros, a los diversos documentales y programas que se están creando que abordan esta cuestión: «El estafador de Tinder», «El gran cirujano del engaño», etc. Documentales que dan algunas pistas, de forma más distendida y menos científica, sobre la personalidad de este tipo de individuos y de las consecuencias que tiene relacionarse con ellos/as. En el título del artículo se ha empleado el concepto «desconocido» para referirse al tipo de violencia en torno al que gira este trabajo. Se emplea el término intencionalmente, ya que posiblemente este tipo de violencia exista desde hace mucho tiempo, pero, sin embargo, o bien estaba invisibilizada, o bien se analizaba desde otros patrones conductuales que no dejaban ver las particularidades de estas realidades. Es importante resaltar que, según diversos autores, especialmente los sociólogos citados a lo largo del trabajo, la psicopatía y, especialmente, su componente narcisista tienen que ver también mucho con las características de nuestro tiempo, en el que impera el individualismo, lo impermanente, la volatilidad, la anomia o los dictámenes del mercado. Convirtiéndose así algunos psicópatas, dadas sus características, en figuras de éxito y de referencia en campos vinculados a la esfera pública.
Con este artículo se ha sistematizado y ordenado la información existente, aportando teoría en base a los análisis de las entrevistas realizadas y generando un punto de partida, un nuevo horizonte de estudio en lo relativo a la violencia y al abuso dentro de las parejas. Horizonte que indica que existen otros patrones de abuso y maltrato dentro de las relaciones amorosas al margen del detectado y descrito por Walker. Esta autora teorizó, como indicábamos, sobre la dinámica cíclica de la violencia dentro de las parejas. Concretamente de la violencia ejercida del hombre hacia la mujer. En este caso, y derivado del estudio y de la teoría emergente, se entiende que la violencia y abuso psicopático narcisista no tiene nada que ver con las violencias derivadas de determinadas construcciones de sexo-género (aunque en determinados momentos el abuso pueda reforzarse por patrones culturales en base a estas construcciones), sino que dicha tipología de violencia puede darse dentro de una pareja, ya sea de un hombre hacia una mujer, de una mujer hacia un hombre o en parejas homosexuales. Este tipo de maltrato que se da a conocer en este artículo y que debe ser más ampliamente estudiado también se reproduce de forma cíclica y tiene diferentes etapas. En concreto, el patrón de repetición que se da en distintos casos, en base a lo leído y sobre todo y especialmente a lo analizado en distintos grupos de redes sociales y en las entrevistas realizadas, correspondería a lo plasmado en el esquema de la tabla 3.
Dicho patrón, por ende, necesitaría, como se insiste, de más estudios para afinar sobre más particularidades que pudieran contribuir y ayudar a enfocar, por un lado, la prevención y detección de este tipo de violencia, así como para gestionar terapias específicamente especializadas en este tipo de abuso. Terapias cuyo fin sería la asistencia adecuada a las víctimas. Se ha podido evidenciar a lo largo del texto que la realidad del abuso psicopático narcisista es bastante compleja dada la sutil manipulación constante que caracteriza al mismo. Su carácter sibilino hace que la víctima dude de su criterio y de su estabilidad mental, pensando que es ella quien tiene una visión distorsionada de la realidad.
En lo referido a los efectos psicológicos que esta violencia imprime en las personas, se pueden calificar como devastadores: no hay que más que ceñirse a la evidencia de que las veinte mujeres se encuentran en la actualidad en tratamiento psiquiátrico o psicológico. Solo tres de ellas habían estado en consulta psicológica o psiquiátrica antes de la relación con el psicópata. Es por esto por lo que se considera que la difusión del entramado del abuso psicopático narcisista ha de ser radical.
La divulgación de este tipo de abuso, junto con las experiencias de las mujeres entrevistadas, pueden ser puntos de apoyo muy fuertes para otras personas que hayan pasado o estén pasando por esta situación. De esta forma, al menos, despersonalizarían lo que les está ocurriendo, y podrían entender que han sido víctimas del abuso psicopático narci-sista y de que «no hay nada malo en ellas». Es decir, que su cordura no está en jaque por algo intrínseco en ellas, sino por la relación mantenida de abuso de la que han de escapar de manera drástica a partir del establecimiento de lo que los/as psiquiatras y psicólogos/as denominan como «contacto cero».
Como señalan multitud de especialistas, entre ellos Scott Peck, el mal existe y, junto con la maldad, los malvados, y son demasiado importantes como para no estudiarlos. Existe, pues, la necesidad imperiosa de llevar a cabo estudios exhaustivos que expliquen los mismos, el mal y la maldad, y sus consecuencias. Estos estudios, por otro lado, han de darse, además, de una manera holística, no solo desde parámetros psicológicos o psiquiátricos, sino también desde la arista social. Para próximos estudios, se pretende entrevistar a personas psicópatas y narcisistas desde la consciencia de que esta cuestión es del todo compleja. Primero, porque estas personas son psicópatas «integradas», es decir, no existe nada que les diferencie del resto de la población. Segundo, ha de haber un diagnóstico de un/a profesional, y tercero, ha de encontrarse a esa persona diagnosticada, que lo haga público y que además acepte ser entrevistada. Como recomendaciones y futuras líneas de investigación, sería clave e interesante la búsqueda de perfiles «cercanos» a personas con estas características de personalidad. En este caso han sido las mujeres emparejadas con ellos, pero quizá también sería interesante entrevistar a los/las profesionales que trabajan con ellos para tener una información más profunda sobre la cuestión trabajada.
Por otro lado, con los discursos de estas mujeres se ha podido evidenciar que la cuestión psicopática no es únicamente cuestión del séptimo arte, sino que la psicopatía, los psicópatas, lejos de ser ficción, están bien integrados dentro de las sociedades que habitamos. Sociedades, cuyos valores emergentes como por ejemplo el individualismo o la competitividad a veces hacen de estas personas modelos de referencia y ejemplo sin ser conscientes de que presentan un peligro potencial al que absolutamente todos/as estamos expuestos.
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